martes, mayo 15, 2007

Nueva Rosita

Ante sucesos como ése, uno podría ponerse triste. No niego que cuando me preguntan acerca de eso, me cuesta trabajo tocar el tema. Si abundo mucho en él, termino con la voz quebrada y perfumada de tristeza. Pero para combatirlo, me traigo recuerdos de los veranos en mi infancia cuando tenía menos años que dedos en una mano.

Por ejemplo, como cuando mi güelito Tino abría el cofre de su viejo y golpeado Valiant 6 cilindros negro y ponía un banquito para mí frente el carro y me subía a él. Acto seguido, se ponía a explicarme cuál era el radiador, el filtro del aire, el motor, el carburador, etc. Revisaba los niveles y lo prendía. Después de eso cerraba el cofre y me llevaba a dar la vuelta por el pueblo minero en ese auto tuerto. Recuerdo el olor de sus Raleighs, de sus lociones y del olor a abuelito que tenía su infaltable sombrero café, que usaba para cubrirse del sol la pelonera producto de un accidente en la mina. Tengo pocos, pero preciados recuerdos de él... Hace tanto que murió.

Mi güelita Olga es otro caso. En mis primeros recuerdos, ella era muy movida y sin pensarlo me subía en su lomo y me llevaba a caballito, con todo y efectos de sonido del Llanero Solitario. Murió güelito, pero ella siguió como siempre: muy platicadora, alegre y mostraba con orgullo sus canas. ¡Que buena era en la cocina! Podía hacer que los platos más sencillos y rutinarios tuvieran un sabor especial.

Estoy convencido de que ella estuvo un poco adelantada a su tiempo con respecto a su ideología y carácter de mujer, pero afortunadamente para ella los tiempos cambiaron y pudo lucir con orgullo su postura de la fortaleza e inteligencia de su género y siempre estaba enterada de todo. Conforme yo fui madurando, empecé a entender un poco mejor a mi madre por ver a mi abuela y tengo una buena idea de cómo será mi mamá de grande gracias a mi abuela.

A alguien que vive tan activamente y pensando en tantas cosas nunca le iban a sentar bien los achaques de la edad, y en este último año se notaba que no le gustaba estar teniendo que cuidarse la presión y estar teniendo que ver por la circulación de su piernas cuando estaba mucho tiempo sentada. Quizás fue eso, quizás fue que extrañó a su padre y a su madre, o quizás porque extrañó a su esposo y a algunas otras personas más. O quizás fue que Dios le quiso dar un regalo que ninguno de nosotros le podría dar, regalándole todo lo anterior por el día de las madres...con un retraso de apenas 3 días.

Teniendo esos recuerdos y sabiendo de ése regalo, no es difícil sentirse tranquilo.




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Imagen de Plymouth Valiant cortesía de John Filiss/Serious Wheels.
Copyright Serious Wheels
Picture of Plymouth Valiant courtesy of John Filiss/Serious Wheels. Image Copyright Serious Wheels