6 metros
Si la agonía de ver recorrer 2 metros se vuelve indescriptible, la de recorrer otros 2 y sumar cuatro es un tormento. ¿Pero el llegar a sumar 6? Cruel y desmotivador se vuelve el ritmo de vida que uno tiene que seguir en esos momentos.
No pretendo decir que sé lo que se siente ver a tantos seres queridos irse un poquito lejos en un abrir y cerrar de ojos, eso mejor lo dejo a quienes han vivido eso en carne propia, como a ti. Pero arriba de una bala de plata sentía como que te estaba viendo, porque cada tantos kilómetros se soltaba un aguacero, como estoy seguro se soltaba sobre tu rostro, otros tantos kilómetros después te lanzaban cosas desagradables que te manchaban y te tormentaban más, y nunca dejaba de estar nublado.
La misa comenzaba y nosotros seguiamos más cerca de Hermosillo que de Obregón, y en esa oscura hora del adiós fue cuando más nos llovió. Y así permaneció por muchos kilómetros más, con gruesas nubes aplacando la luz del sol y la lluvia azotando pordoquier.
Ya estábamos más cerca, y como una estrella me confirmaba, ya no llegaríamos para el entierro. Pero fue allí cuando sucedió, las nubes fallaron y el sol se asomó, y me sentí tan pequeño, pero con cierta seguridad de que ella esta bien, ya llegó allá arriba y necesita que tu lo sepas.
Espero también lo hayas visto, pero en caso de que no, te paso ese recado que me engargó.
Fuerza amiga mía, y ten la tranquilidad de que tomarás la desición adecuada.
Seguimos contigo.
No pretendo decir que sé lo que se siente ver a tantos seres queridos irse un poquito lejos en un abrir y cerrar de ojos, eso mejor lo dejo a quienes han vivido eso en carne propia, como a ti. Pero arriba de una bala de plata sentía como que te estaba viendo, porque cada tantos kilómetros se soltaba un aguacero, como estoy seguro se soltaba sobre tu rostro, otros tantos kilómetros después te lanzaban cosas desagradables que te manchaban y te tormentaban más, y nunca dejaba de estar nublado.
La misa comenzaba y nosotros seguiamos más cerca de Hermosillo que de Obregón, y en esa oscura hora del adiós fue cuando más nos llovió. Y así permaneció por muchos kilómetros más, con gruesas nubes aplacando la luz del sol y la lluvia azotando pordoquier.
Ya estábamos más cerca, y como una estrella me confirmaba, ya no llegaríamos para el entierro. Pero fue allí cuando sucedió, las nubes fallaron y el sol se asomó, y me sentí tan pequeño, pero con cierta seguridad de que ella esta bien, ya llegó allá arriba y necesita que tu lo sepas.
Espero también lo hayas visto, pero en caso de que no, te paso ese recado que me engargó.
Fuerza amiga mía, y ten la tranquilidad de que tomarás la desición adecuada.
Seguimos contigo.