Contemplo las luces tranquilamente, y enseguida de mi se aparece. Con su ruido por compresión , y un olor muy particular a caucho y
algo más, interrumpe mi calma. Ese olor sinónimo a maquinaria pesada, es para mi también sinónimo de viajes, de aventuras y desventuras, ya sea a cien o a mil kilómetros de distancia.
Recuerdo el último viaje que tuve, y se me vienen a la mente los olores que no puedo sacar de mi cabeza: Un cuarto sin huésped, el cuello de la dama mientras bailamos, medio cigarro que fumé
de contrabando, la central camionera que me despide y el plástico nuevo que me recibe.
Y de las gomas y el Diesel/aceite quemado, me transporto a otros olores que hacen que se me hinchen las ventanas de la nariz y me traen recuerdos: El olor a tierra mojada me recuerda lo bonito que es que llueva, y también el poder mojarse como niño que juega en vacaciones; el olor a palomar me recuerda a mi oficina y al aroma de humanidad podrida que rodea sus paredes exteriores; el olor a carne asada y el olor dulzón de mujer (conocidas o no) me dan antojos y hambre; el olor a sal y arena me recuerdan al mar (y a lo
viajado).
Podría seguir con mi complejo de Grenouille, y tratar de recordar cien vivencias a través de muchísimos olores, pero creo que mejor espero a que el aroma llegue a mí, y así en ese instante, embriagado por el olor...